Texto: Manuel Solà-Morales, Arquitecto
(Del Catálogo de la Exposición en la Diputación y Colegio de Arquitectos de Málaga del 20 de mayo al 10 junio de 1983)
Una manera de ser proyectista que parece poner en el acto mismo de ejecutar el proyecto, de diseñar, toda la carga del trabajo, por encima incluso de las condiciones de la obra, del objeto, del uso. ¿Cómo si no recorrer en poco tiempo el diseño de muebles, de objetos y prototipos, los proyectos de viviendas y de jardines, los planes urbanos y los trazados a gran escala? No, no es petulancia de universalidad lo que hay detrás de ello, sino deboción a un método simple de proyecto -el diseño, dibujo proyectivo- llevado con tanta fidelidad meticulosa como ausencia de prejuicios.
Hace más de veinte años, en la euforia del vanguardismo post-CIAM, la famosa oficina BBPR milanesa acuñó la frase que Rogers, su cabeza, descrbiía como arco de su actividad: «Di un cucciaio a una città». Era el optimismo -ingenuo e incluso tendecioso lo vemos hoy- del diseño total, de la innovación que se justifica a sí misma, del diseñador como demiurgo social, redentor de la industria, del ama de casa, del constructor, del ciudadano. Hoy no podemos seguir aceptado la validez profesional de aquel postulado.
Cuando vemos como el cabezal de una cama se aprece al trazado de un ensanche no podemos decir que no haya en ello un interés extraordinario. Porque el que se parezcan no quiere decir que hayan sido diseñado igual, sino que pueden reconocerse los caminos y análisis propios de cada uno de ellos. Pero, no obstante, hay una constacia de forma, una unidad de expresión que los hace, efectivamente, hijos de una misma mano.
Cuando vemos como un elemento esencia,mente plano, un reloj de pared se convierte en un volumen vacío, igual que el ático de un bloque de viviendas o que el porche de una calle, empezamos a reconocer que es la preferencia por ciertos valores formales (la transparencia, la articulación en aristas de un cubo, la inexpresión del material, etc.) lo que está marcando el trabajo con cierta independiencia del objeto en cuestión. El gusto por la precisión figurativa, por la reducción del problema a su expresión gráfica, y su desarrollo a partir de ahí en términos estrictamente gráfico, por la reducción del problema a su expresión gráfica, y su desarrollo a partir de ahí en términos estrictamente gráficos, es el común denominador de estos proyectos, y es también lo que, reduciéndola, hace explicable la obra de Seguí. Y creo que es éste, también, el nivel donde mayor prefección y ejemplaridad adquiere.
Se trata de una posicón de arquitectura abstracta. Que, con sus riesgos, tiene la enorme virtud de proponer algo de interés absolutamente actual. Y es que la forma de las cosas y de las casas sí tienen algo en común, precisamente sus problemas de forma. Que las ciudad tambíén tiene su forma, buena o mala, por más que se intente disimularlo. Que, por tanto, las disciplinas de la forma y los profesionales de las mismas, acaban siempre convergiendo en las mismas eternas, graves y abiertas vuestiones. Que la cultura de la forma sí que es universal y alcanza todo el mundo de lo físico.
Pero, claro, un nuevo formalismo es poca cosa, excepto si lo vemos definido desde el ciudad y la precisión, el cariño y el ajuste que precisamente le redime de su generosidad. Por esto, la tesis personal de Seguí es válidad solo para él.
MANUEL DE SOLA MORALES
Arquitecto