Publicación: Periódico El País, 29 de abril de 1984
Durante el presente mes de abril es posible contemplar en Madrid una doble exposición de la obra gráfica y los diseños del arquitecto José seguí, que exhibe simultáneamente su trabajo en las galerías Tórculo (Claudio Coello, 17) y B. D. (Villanueva, 5).
Aunque últimamente está de moda reivindicar como título de honor, entre los profesionales de la arquitectura, la condición de artistas, incluso se acepta con simpática benevolencia cualquier equívoco deslizamiento que ponga de manifiesto la versatilidad inventiva del arquitecto, esta nueva liberalidad suele manifestarse por las vías más exageradas y retóricas. Quiero decir que lo más corriente ha sido demostrar la apertura, no ahondando en las posibilidades inscritas en esta disciplina como desarrollo orgánico de la capacidad de proyectar, si no, permítaseme la expresión castiza, saliéndose de madre; esto es, dando entender que el arquitecto, hombre culto y sensible al fin y al cabo, también es capaz de pintar, como asimismo puede escribir una novela, entender de teatro o hacer una película.
No estoy en contra de la exhibición de facultades y me parece muy educativa la multiplicación de aficiones que aireen la asfixiante promiscuidad de un cuerpo profesional encerrado en sí mismo, pero con tal de que no lleguemos a afirmar que la cualificación técnica de un cirujano se mide por saber tocar el violín. En este sentido, la máxima generalización tolerable para definir la actividad creadora de un arquitecto es, como indica Damián Quero en la presentación de la exposición de Seguí, aquella que la explica como “método general de proyectar en el espacio”. Esta definición puede ser tachada de ambigua o demasiado elástica, pero nunca de extraviada.
El mismo método
José Seguí -nacido en Valencia el año 1946, titulado arquitecto por la escuela de Madrid y residente en Málaga, donde, entre muchas otras cosas, ha sido el coautor del Plan General de esta ciudad andaluza- entiende su profesión de la segunda manera antes citada, es decir, aprovechando el máximo despliegue de ramificaciones que surgen de un mismo tronco técnico-disciplinar, pero sin caprichosos saltos indiscriminados a otras profesiones. En definitiva, que lo importante en Seguí no es tanto la diversidad de objetos que puede producir, sino que, sean cuales sean, todos responden a un mismo método, y que este método está enraizado en el diseño proyectual.
En este sentido, que el resultado práctico concreto sea la planificación urbanística, la construcción de una casa un objeto doméstico es, en principio, lo de menos. No es que diseñar una ciudad sea lo mismo que diseñar una cuchara, pero no hay una diferencia formal entre estas dos actividades. José Seguí así lo ha demostrado haciendo diseños urbanísticos, casas, muebles y todo tipo de objetos industriales. Son precisamente estos últimos los que ahora enseña en las muestras que han dado pie a este comentario; pero entre ellos y el resto de su obra, además de la consabida unidad proyectual, hay también una unidad de estilo que da un sugestivo mordiente estético a la pura lógica técnica.
¿Cuál es, pues, el estilo que vertebra unitariamente la forma de un mueble y de un reloj de pared, por poner un par de objetos entre los expuestos en la actual muestra de Seguí? Es difícil sintetizar en una fórmula algo tan polivalente y equivoco como un estilo de diseño, pero no lo es destacar algunos aspectos más significativos o relevantes. En primer lugar, se aprecia un predominio de los patrones geométricos, aunque investidos de un aura de refinado esteticismo que desborda los límites romos del cálculo racionalista o funcional. La pureza de las aristas angulares, los nítidos énfasis lumínicos, la representación intencionada del vacío, los perfiles escuetos, la alusión descarnada a la función, la transparencia cristalina, etcétera, son algunos de los caracteres que acercan a Seguí a las concepciones visionarias de los diseñadores místicos del Norte, desde Mackintosh y Hoffman hasta los neoplásticos, siempre cargando de intensidad inefable, de romanticismo, las proposiciones frías de la matemática.
Naturalmente, el sentido revivalista de seguir, se inspire en estos u otros autores, no carece de la desenvoltura irónica, tan típica de la creación artística actual. Mas como su sutileza y su probidad profesionales le impiden caer en las parodias, nunca pierde el hilo de lo que está haciendo, no arriesga nunca el delicado equilibrio del objeto. Entre el amplio repertorio de objetos diseñados por él, no deseo dejar sin hacer una mención especial a las lámparas y los relojes, donde, a mi modo de ver, consigue mejores aciertos, lo cual no deja de ser revelador, pues he aquí que son precisamente los útiles más revestidos de simbolismo, los de mayor y más compleja densidad significativa.
Francisco Calvo Serraller